El salario mensual es como una olla de agua tibia que se cocina lentamente; lo más peligroso no es el ingreso en sí, sino la falsa sensación de seguridad que crea.

En el momento en que el dinero llega puntualmente cada mes, el cerebro comienza a adaptarse a la certeza. Al bañarse durante mucho tiempo en esta estabilidad, la percepción del riesgo se vuelve insensible. Empiezas a evitar inconscientemente la incertidumbre, a rechazar las fluctuaciones y a rehuir las oportunidades que requieren arriesgarse. Después de estar mucho tiempo en un entorno completamente controlado, incluso al enfrentarte a las fluctuaciones del mercado, tu instinto te hace retroceder.

Lo más aterrador de esta inercia psicológica es que —de manera silenciosa— va debilitando tu capacidad para soportar riesgos.

Muchas personas, a los 35 años, se despiertan de repente, sintiéndose especialmente ansiosas. No es que ganen menos, sino que por primera vez toman conciencia de que: esta estabilidad en realidad los está condenando. Cuando el mundo cambia y surgen oportunidades, ellos ya han perdido el valor para atraparlas. Esa ansiedad, en lugar de ser una crisis de mediana edad, es más bien una conciencia de haber sido "domesticados".