El proyecto Plasma sigue una ruta bastante pragmática: no juega al truco de crear una nueva blockchain, sino que construye una infraestructura para las stablecoins que realmente pueda usarse como “dinero real”.

Su objetivo está claro: permitir que las stablecoins entren de verdad en el sistema financiero tradicional, logrando que tanto las instituciones se atrevan a utilizarlas abiertamente como que la gente común pueda usarlas sin obstáculos. Comisiones transparentes, transferencias rápidas y la capacidad de operar a largo plazo bajo un marco regulatorio: eso es lo que Plasma pretende conseguir.

Alcanzar este objetivo no es sencillo. Por eso Plasma incorpora mucho “valor sólido”: licencias regulatorias, canales de pago, componentes tecnológicos, interfaces cross-chain... Todo con un único propósito: cerrar la brecha entre la blockchain y los casos de uso reales, haciendo que todo el proceso sea fluido.

**Enfoque no convencional: abrazar la regulación desde el principio**

En cuanto a cumplimiento, el enfoque agresivo de Plasma es poco común en el sector. Ha adquirido un proveedor de servicios de activos virtuales (VASP) en Italia, ha abierto una oficina en Ámsterdam y está en plena carrera para obtener la licencia MiCA de la UE y la licencia de dinero electrónico (EMI). No son movimientos cosméticos, sino la forma de asegurarse de tener la “caja de herramientas de cumplimiento” firmemente en sus manos.

Desde la emisión y custodia de stablecoins, pasando por los canales fiat, la liquidación de transacciones, hasta la gestión de cuentas de usuario y la emisión de tarjetas de pago, Plasma controla toda la cadena de negocio. ¿La ventaja? Reducir los intermediarios e integrar directamente la liquidación con stablecoins en la operativa diaria de empresas y comercios. La protección de fondos del usuario y la auditoría de cuentas se convierten en servicios básicos. Para los clientes institucionales, este circuito cerrado de cumplimiento es mucho más fiable que depender de una multitud de proveedores externos.