Un extenso complejo de 20 acres en Bamban, Tarlac, se convirtió en el epicentro de una de las operaciones de ciberdelincuencia más inquietantes de Filipinas. Lo que parecía ser una instalación POGO típica resultó ser algo mucho más siniestro.

Cuando las autoridades asaltaron el Complejo Baofu en 2024, descubrieron una sofisticada red criminal que iba más allá del juego online habitual. Los investigadores hallaron pruebas de trata de personas sistemática: víctimas obligadas a trabajar en condiciones brutales. Cámaras de tortura. Una operación de estafas a gran escala dirigida a personas de todo el mundo.

La operación ejecutaba múltiples esquemas de forma simultánea. Estafas románticas que explotaban a personas solitarias. Fraudes con criptomonedas que vaciaban monederos digitales. Todo orquestado desde esta única ubicación, con trabajadores víctimas de trata coaccionados para llevar a cabo estas estafas.

Este caso pone de manifiesto cómo los sindicatos criminales explotan cada vez más la naturaleza seudónima de las criptomonedas. La redada expuso no solo delitos individuales, sino todo un ecosistema basado en el engaño y la violencia. Es un recordatorio contundente de que detrás de algunas estafas con criptomonedas no solo hay hackers anónimos—en ocasiones hay víctimas reales obligadas a perpetrarlas.